Con el objetivo de salir del cepo cambiario la iniciativa que estudian los asesores del oficialismo y que el mercado financiero estima probable, es que la deuda del Banco Central con importadores y multinacionales se pague con un título estatal . Contaría con un mercado secundario, al estilo Repsol. El monto potencial, u$s17.000 millones
En plena campaña electoral, Daniel Scioli y Mauricio Macri exprimen cada jornada recorriendo localidades y visitando estudios de televisión.

Cada mañana leen a las apuradas los resúmenes de prensa que les editan especialmente sus equipos de comunicación y les dedican tiempo a los asesores. Son días de alta tensión. La exigencia es ganar la agenda pública con los temas que «le interesan a la gente». A los votantes. La inseguridad, el dólar, el desarrollo a futuro. Cuánto de continuidad; cuánto de cambio. Las promesas.

Sin embargo, uno de los aspectos más sensibles de la economía que viene se juega lejos de los micrófonos y de los sets de TV.

No se lo menciona en los debates, salvo de manera lateral y elíptica, pero es el que más dolores de cabeza genera en los equipos económicos de los candidatos: cuánto cuesta desarmar el cepo cambiario y, sobre todo, quién va a pagar ese costo.

Según cómo se defina este tema, se sabrá qué tan factible es la recuperación de la economía post-elecciones.

Los grupos económicos más influyentes de la Argentina están a la expectativa. No es para menos, dado que el monto del cual se está hablando podría llegar a los u$s17.000 millones.

La suma forma parte del reclamo de empresas multinacionales a las que el Gobierno les adeuda por importaciones ya concretadas y por haberles «pisado» el giro de ganancias a sus casas matrices.
Esta disputa tiene como telón de fondo la escasez de dólares que sufre la Argentina, y que ha llevado al Gobierno a instalar el cepo. Desde que se armó, hace ya cuatro años, la insuficiencia de divisas se agravó.
Ahora, ante la inminencia del recambio de gestión, cada candidato prometió -cada uno con sus matices- levantar las restricciones.
Lo que nadie explicita, por ahora, es el costo oculto de hacerlo. Es que ya no alcanza con sacar el cálculo con el valor que tendría el dólar si la gente fuera libremente a comprar billetes verdes.
Se trata, ni más ni menos, de una deuda abultada con empresas instaladas en el país y que vienen reclamando que el Estado se ponga al día, entre otras cosas, para planificar inversiones.
Ahora bien. Hay varias preguntas por responder antes que nada:

¿Cómo se hace para pagarles a los grupos privados? ¿En cuánto tiempo? ¿Bajo qué condiciones?
Desde los despachos de los empresarios meten presión a los candidatos y aseguran que existe el riesgo de un «default privado» a gran escala. iProfesional adelantó que la deuda con los importadores asciende a u$s 8.500 millones.
De ese total, cerca de u$s4.000 millones corresponden a operaciones que no pudieron cubrir las automotrices, mientras que cerca de u$s1.000 millones no fueron girados al exterior por las terminales electrónicas de Tierra del Fuego.
El resto de la deuda se reparte entre supermercadistas, alimenticias, autopartistas, industrias textiles y grandes proveedores de la industria minera e hidrocarburífera.

Pero a esa cifra hay que agregar otros rubros que podrían potencialmente incrementarla, dado que permanecen pendientes de aprobación permisos de importación por unos u$s6.000 millones.

Además, hay deudas financieras de las empresas que tomaron créditos en el exterior y solicitudes de remesas de dividendos por parte de multinacionales.

En este contexto, expertos advierten que la estrategia del BCRA de no entregar dólares para el pago de importaciones expone a muchas empresas a una situación de default corporativo.

Tradición histórica
Para aventar peligros, los asesores económicos de los candidatos ya se pusieron a trabajar en el tema. No solamente con lo adeudado a importadores sino también con los compromisos acumulados con las multinacionales que quieren enviar sus dividendos al extranjero.
Es en este contexto que se empezó a hablar con insistencia de un nuevo «bono patriótico» para saldar la deuda del Banco Central. Por cierto, no faltan antecedentes históricos al respecto.
En la saga de las crisis recientes de la Argentina, cada vez que se acumularon desajustes y distorsiones en la economía, la salida implicó que el conjunto de la sociedad se hiciera cargo del pasivo. Ocurrió con el Plan Bonex de 1989 o con la emisión de Boden 2012 tras la pesificación asimétrica de 2001-2002.
El esquema para levantar el cepo, aunque sea de manera parcial, como proponen los asesores de Scioli, repetiría la fórmula: la emisión de un bono para pagarles a las empresas privadas. Y, como sucedió en oportunidades anteriores, la entrega sería compulsiva.
Un antecedente claro del «bono patriótico» se remonta a 1995, cuando el entonces ministro Domingo Cavallo «invitó» a las compañías a suscribir ese título para salir de la crisis del Tequila. El ex funcionario insistió con un diagrama similar en 2001, pocos meses antes del estallido de la convertibilidad, cuando obligó a las AFJP a incrementar su tenencia de títulos del Estado.
El problema es el stock
La idea de un bono para pagar las deudas acumuladas fue reconocida por los principales asesores de Daniel Scioli: Miguel Bein y Mario Blejer.
Bein admite la posibilidad de saldar una porción de la deuda con las compañías a través de la emisión de un bono. No especifica qué proporción sería en efectivo ni qué tipo de título sería.
Es más: el economista le pone números a esa deuda pública. Hace referencia a un pasivo de u$s3.667 millones con los importadores y otros u$s13.387 millones por las «utilidades devengadas no giradas» por las multinacionales. El total: u$s17.000 millones.
No obstante, el economista estrella de Scioli desliza la posibilidad de que los dólares que actualmente el BCRA adeuda a las multinacionales por giros no realizados, sean menos.
¿Por qué? Porque considera que una porción de ese dinero que quedó en el país ya ha sido invertido en el mercado local (por ejemplo en inmuebles), con lo cual el monto a enviar resultaría más bajo.
Blejer también fue explícito, aunque con lenguaje más técnico: aseguró directamente que el próximo Gobierno debería llegar a un acuerdo con las compañías en base a diferenciar el «flujo» de divisas con el «stock».
Traducido, esto significa que la fórmula para salir del cepo implicaría liberar la salida de dólares generados recién a partir de 2016, a un tipo de cambio diferenciado, parecido al del «conta con liqui», y, muy probablemente, ese flujo de salida quedará atado a otro de entrada de la propia multinacional (inversiones).

En cambio, el «stock», es decir la deuda que el Banco Central ha ido acumulando no sería, en visión de Blejer, un tema tan fácil de resolver: requerirá una solución por la cual se pudiera pagar la acreencias pero sin afectar el nivel de reservas.

En otras palabras, que en vez de entregarse billetes verdes se salde lo adeudado con un bono.
Ahora bien, ¿qué tipo de instrumento puede estar en carpeta?
Lo más probable, según fuentes consultadas por iProfesional en el circuito financiero, es que sea utilizada una emisión ya probada, como el Bonar 2024.

Se trata de un título con un mercado profundo, por lo cual si una de las compañías prefiere o necesita hacerse de manera inmediata del efectivo puede venderlo rápidamente, aunque esto le represente una pérdida.
Justamente, uno de los puntos clave que se van a negociar refiere a si el Gobierno reconocerá una especie de «premio» a las compañías. Tal vez pueda aplicarse el modelo «Repsol», que fue el mecanismo ideado por Axel Kicillof para pagarles la expropiación de YPF a los españoles.
Consiste en asegurarle a las empresas un precio mínimo del bono, en caso de que éstas fueran a liquidarlo en la plaza secundaria. Si en ese momento el valor es inferior, el Estado se comprometería a emitir una serie adicional del título.
De todas maneras, antes de tomar una decisión, el Ejecutivo tendrá que considerar el denominado «riesgo de oferta». Consiste en el monto máximo que el mercado de capitales está dispuesto a absorber en papeles de la deuda (riesgo) argentinos.
iProfesional preguntó al analista de uno de los principales bancos de inversión de Wall Street a cuánto podría ascender ese volumen.
«México emite deuda por unos u$s8.000 millones cada año y paga por compromiso ya tomado entre u$s5.000 y u$s6.000 millones. Entonces, el endeudamiento neto es de apenas u$s2.000 millones. No digo que ese sea el límite, digo que no debe esperarse que el mercado sea una esponja de papeles argentinos», señala.
Preparando la negociación
Por otro lado, iProfesional consultó con uno de los miembros del equipo que asesora a Scioli en temas económicos sobre las características que tendría este «bono patriótico» para las empresas:
• «Los stocks de deuda con multinacionales por las remesas de utilidades y con las importadoras se van a negociar: el instrumento a usarse y los montos surgirán recién de esas conversaciones, que nosotros creemos prioritarias para acelerar el ritmo de inversiones productivas».
• «Justamente, un activo importante que deja el actual Gobierno es el bajo endeudamiento. Nos da margen para salir rápido a dar certezas sobre la cantidad de divisas que tiene el país a disposición».
• «También es bueno arrancar con un nivel de baja deuda empresaria en dólares y que no haya descalces de monedas. La mayoría de ese pasivo está en pesos».
• «El sistema financiero está sano y hay que aprovechar esa realidad para impulsar la economía. A las empresas que se sienten con nosotros a negociar la deuda las vamos a impulsar a tomar créditos bancarios para inversiones».
• «También se arrancará con una buena situación social: hay empleo y planes asistenciales. Hoy el principal problema de la Argentina son los dólares y no el empleo».
Todas estas frases dan cuenta de cuáles son los próximos pasos que el sciolismo tiene en carpeta en caso de ganar en las urnas.
Por lo pronto, la palabra «dólares» es la gran clave de la economía que viene.
Por debajo del bullicio de la campaña electoral, empresas, inversores y probables futuros funcionarios ya empezaron a barajar, en el más silencioso de los secretos, cómo se empezarán a saldar las cuentas pendientes, cuáles serán los costos y quiénes emergerán como eventuales ganadores.